lunes, 19 de agosto de 2013

19 de agosto de 2013

Cuando el cuerpo sigue siendo uno pero el alma se divide en dos

Desde niños nos enseñan la gran diferencia que hay entre el deber y el deseo, ya sabes, como por ejemplo el deseo de comer una enorme cantidad de chucherías y el deber de no hacerlo para no dañar nuestros dientes. El deseo y el deber se van uniendo a lo largo de los años, sobre todo en la adolescencia, cuando parece que todo lo prohibido nos llama de una forma morbosa e insaciable.
Cada vez que deseaba con todas mis fuerzas hacer algo, siempre había muchos ''contras'' que me echaban para atrás y muy pocos ''pros'' para hacerlo. Sobre todo cuando ansias hacer algo pero no lo haces por el miedo de perjudicar a terceras personas, o que éstas puedan sentirse mal o enfadarse. El caso es, que cuando dejas de hacer cosas procedentes del deseo por el deber de proteger a ciertas personas, esas personas son las primeras en dejarte en la estacada si les sale un buen plan o, simplemente por la excusa de '' lo hago por nuestro bien''.
Viviendo muchas situaciones como las citadas y viendo como está el mundo, comprendí que todos los actos que realizas a lo largo de tu vida son actos individuales, acciones que tu propio organismo hace y que pueden ser acompañados de otras acciones de personas diferentes, pero los tuyos, los tuyos son únicos e irrepetibles. Pues bien, si todos estos hechos los hago por mi misma... ¿ por qué debería siempre pensar en los demás? ¿ Es que acaso el día que yo fallezca el resto de personas por las que me he quedado sin hacer deseos incalculables fallecerán conmigo? ¿ Por qué debería desaprovechar mi vida, que solo es una?
Mi cuerpo solo era uno, con una cabeza, un tronco, dos brazos, dos piernas y un sin fín de tejidos y organos que me componen como persona. Pero mi alma estaba ya dividida en dos; por un lado estaban los deberes, relacionados con el bienestar de mi persona y por el de las personas que procuran el mío, y por otro lado, quizás más grande que el anterior, estaban los deseos, todas aquellas cosas que quiero realizar, experimentar, conocer y disfrutar a lo largo de mi vida. Muchas veces prodré arrepentirme de hacer cosas que quizás no debería hacer pero... estoy segura que, cuando ya sea muy anciana me diré a mi misma: '' Esto si que ha sido una vida aprovechada''.